25 de noviembre de 2012

¡CÓMO (NO) HEMOS CAMBIADO!

Domingo por la mañana, con Sonic Youth en los auriculares y dos huevos revueltos con tostadas y café en el estómago, repasando musculatura glútea y aprendiendo a manejar la aplicación de escritorio para presentaciones Prezi, a saltos entre Ubuntu 11.04 y Windows Vista, replanteándome seriamente dar el salto a SolusOS 1.2, acercándome un tanto a Debian (quiero y no puedo)... vamos, un domingo cualquiera.
Mientras, mi peque está como poseída, dale que te pego con la columna de aire que hace vibrar las cuerdas vocales (que no son cuerdas) y el conjunto de estructuras y cavidades que forman el órgano fonador...

Pasan los años y seguimos estudiando. A veces pienso que no hemos cambiado tanto en los últimos quince años, salvo por los quebraderos de cabeza para llegar a final de mes, las facturas y poco más. Antes todo era mucho más drástico, cumplías años y en seguida tenías que empezar a comportarte de forma radicalmente diferente: Hombre formal, padre de familia maduro y trabajador, alejado de distracciones y dedicado por entero a procurar el sustento de su progenie; mujer formal, ama de casa organizada y responsable, amante fiel y madre abnegada que da la vida por sus vástagos...

Hoy no es extraño encontrarse con parejas, con o sin hijos, que trabajan y estudian ambos, que mantienen la mentalidad juvenil y relativamente despreocupada de quien aún no ha salido del instituto, pletóricos de jovialidad y ganas de vivir la vida muy por encima del nivel que les ha impuesto la sociedad. ¿Síndrome de Peter Pan? Puede ser. Allá donde miro, a mi alrededor, veo gente de bastante más de treinta que hacen escalada, patinan, practican kitesurf, hacen puenting, saltan de aviones o montañas con paracaídas, entran a los circuitos a rodar con sus motos, descienden por abruptos pinares en bicicleta, superan obstáculos urbanos con gimnásticas piruetas de parkour...

David Alvelino - 2010, de www.welcometoibiza.com
Esta podría ser una entrada nostálgica ñoña o una reafirmación de mi falta de madurez; en lugar de eso, me gustaría que la leyeras como un homenaje a todos los que no nos resignamos a envejecer y hacemos de la vida una aventura que valga la pena vivir... más o menos.

¡Salud!