15 de enero de 2010

LAS MONTAÑAS DE KABUL


Los amaneceres en Kabul son espectaculares, sobre todo con las cumbres nevadas del Ningai Ghar como telón de fondo. Debe ser un lugar hermoso en tiempo de paz; lo es aún en guerra, aunque difícil de apreciar. Con los primeros rayos de sol resplandecen las cumbres nevadas de una forma y con unos colores que hipnotizan. Por un instante se te olvida por qué estás aquí, te sientes extranjero en tierra lejana, explorador aventurero en los confines del medio oriente, lindando con las estribaciones de los Himalaya, tan cerca de todas partes; tan lejos de todo.
Aquí las montañas elevadas son norma. El propio valle donde se encuentra la malograda ciudad de Kabul se encuentra a 1800m por encima del nivel del mar, lo que explica en cierto modo su extremo clima. La casi completa ausencia de humedad hace que las bajas temperaturas sean muy soportables, lo cual no impide que las tuberías se congelen por debajo de cero grados o que los vehículos se nieguen a arrancar cada mañana. La física también es válida en estos lares.
En un lugar tan pintoresco como este que me ampara, se echa en falta una buena cámara de fotos y libertad para moverse por donde quiera que haya algo digno de ser fotografiado, que aquí es casi cualquier lugar. Pero ambas cosas me faltan, así que me conformo con las instantáneas que puedo tomar con mi pequeña Canon de bolsillo que, aunque pequeñita, me está resultando útil y no me abandona casi en ningún momento. Un buen puñado de fotos se vendrán conmigo para España.
Pero, volviendo al tema de las montañas: Estaba reflexionando acerca de la belleza de estos parajes que sirven de guarida y trinchera a los nativos que se empeñan en conservar sus tradiciones, costumbres e incultura (principal problema y herramienta de manipulación, creo yo), apostados en cuevas esperando la oportunidad para asediar al invasor y... ¿No te recuerda un tanto a Curro Jiménez y sus secuaces bandoleros, luchando día tras día contra los franceses? Porque a mi me da que la historia es bastante similar, salvando las diferencias temporales y que aquí hay franceses, búlgaros, norteamericanos, canadienses, belgas, alemanes, españolitos...
Seguramente los afganos no disfrutan de sus montañas tanto como lo estoy haciendo yo estos días. Salgo por la puerta del edificio bunquerizado de alojamientos, giro la cabeza al oeste y se me para el corazón y la respiración por un instante, lo que tardo en cruzar la calle y entrar en el comedor a desayunar. Cualquier día me tropezaré con alguien en estos escasos metros, pero que no me quiten esas vistas. Es un motivo más para salir de la cama y saludar al nuevo día, no te parece?

El que no se consuela es porque no quiere.


(La imagen no está tomada por mi. En cuanto pueda haré fotos al amanecer. Ya me entenderás cuando lo veas.